En la dimensión mágica sarda se encuentran los maleficios, destinados a causar daño a animales o personas, influyendo, en algunos casos, también en la esfera afectiva o económica de estas últimas.
Básicamente, podemos distinguir los maleficios en: mal de ojo, comúnmente llamado en sardo “ogu pigau”, y los hechizos, es decir, las terribles “mazzinas”.
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CÓMO FUNCIONAN
Los hechizos son una herramienta utilizada por las brujas o “bruxas” para hacer daño a distancia a otras personas. El principio de funcionamiento es idéntico al utilizado con las famosas muñecas vudú, por lo que estamos ante lo que se define como “magia simpática”, en la cual el efecto mágico se logra utilizando una representación simbólica de la persona o de su esfera de vida (afectos, trabajo, etc.) a la que se desea causar daño.
A diferencia de las muñecas vudú, las mazzinas no se crean únicamente con una forma antropomórfica, sino que pueden hacerse utilizando pequeños animales, como lagartijas, o paquetes con alfileres y objetos de la víctima (incluso uñas o cabello), objetos que tienen el único propósito de aumentar el poder de quien realiza el maleficio, ya que, como en todos los encantamientos, el motor que los hace actuar es la voluntad de quien los realiza.
EFECTOS
Los efectos de un hechizo pueden ser de lo más variados. Debido a su enorme poder maléfico, el hechizo no se limita solo a causar malestar físico a la víctima, provocando patologías graves y difíciles de diagnosticar, y puede ser capaz de desencadenar en ella una posesión demoníaca o la muerte.
CÓMO SE ELIMINAN
La eliminación de un hechizo y la supresión de su efecto requieren una serie de rituales que van mucho más allá de la simple recitación de “brebus”. Si ya es difícil encontrar a alguien que quite el mal de ojo, encontrar a alguien que elimine los hechizos es casi imposible.
PREVENCIÓN
A diferencia del mal de ojo, solo hay un sistema para evitar ser víctima de un hechizo, y este sistema requiere obligatoriamente recurrir a personas capaces de realizar protecciones personales y de eliminar un hechizo ya activo.
CASOS
Los siguientes casos nos han sido reportados por las personas directamente involucradas.
- Un hechizo creado para bloquear un embarazo estaba hecho con un alfiler que atravesaba un brote, todo ello colocado en un vaso y escondido en la casa de la víctima.
- Dos “prácticas” fueron llamadas a una casa en Villacidro donde se sospechaba que había un hechizo. Una de las dos mujeres logró localizar el hechizo en un punto específico y, mediante un ritual particular, pudo tomarlo. Junto con las dos mujeres estaba también un sacerdote (no recuerdo si era el párroco de la Catedral de Cagliari). El hechizo fue entregado a él.
Posteriormente se descubrió que el sacerdote simplemente arrojó el hechizo al fuego sin “deshacerlo”, condenando a la familia a permanecer bajo la influencia del maleficio. - Una mujer llevó unas toallas que le habían regalado una pariente, en las que se identificó un hechizo, a un mago de Cagliari, famoso hace unas décadas por los anuncios que aparecían en televisión. La mujer pidió que deshiciera el hechizo y el mago respondió que no podía porque ese hechizo lo había hecho él por encargo. En ese caso, el mago, de manera incorrecta, también reveló quién había encargado el maleficio.
CURIOSIDADES
En su libro “Brujas, exorcistas y buscadores de tesoros” Salvatore Loi describe las prácticas utilizadas en el período inquisitorial. Así, encontramos el uso de la “Espidda, scuidda o iscuidda”, el nombre con el que se identificaba la cebolla silvestre.
Se tomaba la cabeza de la cebolla, que se tallaba en forma de figura humana, en la que se clavaban clavos, alfileres o espinas para causar enfermedad o muerte a las víctimas.
El mismo uso tenía “su suergiu”, en el que el corcho era el protagonista. Se utilizaba para encontrar objetos robados y para realizar maleficios.





